Empezaremos por un poeta, más conocido por sus canciones que por sus poemas, aunque en realidad éstas también son poesías. Nos referimos al sevillano Rafael de León, amigo entre otros de Federico García Lorca, Antonio Machado y León Felipe.
Requiem por Federico (Fragmento)
Lo mataron en Granada,
una tarde de verano
y todo el cielo gitano
recibió la puñalada...
Sangre en verso derramada,
poesía dulce y roja
que toda la vega moja
en amargo desconsuelo
«sin paño de terciopelo
ni cáliz que la recoja».
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Rafael de León
El malagueño Emilio Prados, estudió en la Residencia de Estudiantes, donde conoce a Juan Ramón Jiménez que hace que nazca en él la vocación literaria. Allí en ese semillero cultural y artístico que fue la Residencia, frecuenta el trato con Buñuel, Lorca, Dalí...
La guerra como a tantos intelectuales, le marcó y tuvo que abandonar España, camino del exilio.
El corazón mágico
Abrí la caja de los peces
y se cuajó el cielo
de luceros verdes...
¡Dadme ni doble aparejo,
con su compás de caña
y con su doble anzuelo!...
(Abrí la caja de los peces,
y se cuajó el cielo
de luceros verdes.)
¡Dejadme dormir!...
¡Silencio!...
¡Dejadme dormir abierto!
Emilio PradosManuel Altolaguirre, malagueño también, cultivó la amistad de figuras claves de la Generación del 27, y como no, su obra se vio influenciada por la poesía de Juan Ramón Jiménez y el poeta místico San Juan de La Cruz. En 1933, obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Participó en la fundación de las prestigiosas revistas literarias, Litoral, Ambos y Caballo verde para la poesía, que dirigió Neruda
Playa
A Federico García Lorca
Las barcas de dos en dos,
como sandalias del viento
puestas a secar al sol.
Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.
Sobre la arena tendido
como despojo del mar
se encuentra un niño dormido.
Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.
Y más allá, pescadores
tirando de las maromas
amarillas y salobres.
Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.
Manuel Altolaguirre
Francisco Villaespesa. Este escritor almeriense, fue uno de los principales difusores del modernismo, que creó su admirado y amigo Rubén Dario y al que también se unió Juan Ramón Jiménez.
Balada de amor
-Llaman a la puerta, madre. ¿Quién será?
-Es el viento, hija mía, que gime al pasar.
-No es el viento, madre. ¿No oyes suspirar?
-Es el viento que al paso deshoja un rosal.
-No es viento, madre. ¿No escuchas hablar?
-El viento que agita las olas del mar.
-No es el viento. ¿Oíste una voz gritar?
-El viento que al paso rompió algún cristal.
-Soy el amor -dicen-, que aquí quiere entrar...
-Duérmete, hija mía..., es el viento no más.
Francisco Villaespesa
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