El domingo 5 de enero de 1936, el periódico La Voz anunciaba la muerte del escritor Ramón María del Valle-Inclán en el sanatorio Villar Iglesias de Santiago de Compostela. Con su desaparición, se fue uno de los mejores retratistas de la España convulsa y algo desorientada de finales del siglo XIX y principios del XX. El mismo Valle-Inclán representó esas contradicciones en sus variadas facetas como carlista, católico, antimonárquico, bohemio, indiano, republicano, anarquista y hasta modernista.
Nacido con el nombre de Ramón José Simón Valle Peña en Villanueva de Arosa (Pontevedra), en el año 1866, a Valle-Inclán se le debe su capacidad para hacer de la ironía y el sarcasmo un arte con el que retratar a la sociedad del momento y mostrar, a través del espejo cóncavo de sus obras, su imagen menos complaciente. Prueba de ello son sus primeras creaciones, aún ubicadas en Galicia, como por ejemplo las cuatro Sonatas (1902-1905). Posteriormente, destaca su trilogía de novelas sobre la Guerra Carlista: Los cruzados de la causa (1908), El resplandor de la hoguera (1909) y Gerifaltes de antaño (1909), junto a su trilogía teatral de las Comedias bárbaras, compuesta por Águila de Blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922). Sin embargo, su capacidad transgresora y su mordacidad se concentran, especialmente, en su título más significativo: Luces de bohemia (1920), obra teatral por la cual recibió el calificativo de “padre del esperpento”.
Con motivo de los 75 años de su muerte, Joaquín del Valle-Inclán, nieto del escritor gallego más importante de todos los tiempos, ha publicado diverso material inédito con el objetivo de mostrar la parte más desconocida del escritor, debido a la multitud de tópicos y anécdotas que conforman su b
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