2.18.2016

El clavo triste y la vieja locomotora

Continuamos con poemas que hacen de los objetos su inspiración, en esta ocasión unsolitario clavo y una simpática locomotora. Si la semana pasada era Neruda con su Oda a las cosas, el protagonista, hoy es Elsa Bornemann, poeta argentina muy vinculada a la escuela por ser maestra y la que conocemos por tener algunas colecciones literarias de sus obras.

Sofía la locomotora
La vieja locomotora Sofía
se fue una mañana por la vía,
porque estaba muy aburrida
de hacer siempre la misma recorrida.
Silbando muy bajito se escapó.
Con anteojos a los guardas engañó.
Por    las    calles    fue    a    pasear    con    alegría…
y decían:  —Qué raro ese tranvía.
La gente que viajaba a Ituzaingó,
en Avenida Santa Fe apareció.
De repente, ¡uy! vino un vigilante
todo panza y botones adelante.
Con las dos manos juntas por detrás,
algo dijo, que no me acuerdo más.
Ah, sí.  Dijo, golpeando un pie en el piso:
—Señorita, enseñe su permiso.
Y Sofía, por estar tan asustada,
le empezó a soplar su humo por la cara.
—Señorita, usted está muy confundida,
pues no puede andar por la avenida.
Ella, entonces, marchó a la estación,
donde el guarda la esperaba en el portón:
—Ay, Sofía, desde hoy tendré cuidado
que no vuelvas a escapar para otro lado.
Elsa Bornemann

Soy un clavo
Soy un clavo amargado,
hace mucho estoy clavado.
Estoy triste en la pared
porque nadie a mí me ve.
Nunca nada me colgaron.
Todos de mí se olvidaron.
Oye tú:  cuélgame algo.
Así sentiré que valgo.
Cuelga un pétalo, un cuadrito,
la foto de tu gatito.
Un chupete, un escarpín,
aunque sea ese piolín.
Por favor, a ti te pido,
consígueme algún amigo.
Elsa  Bornemann

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