10.22.2009

Centenario de Roald Dahl

Si hay un autor que entusiasma a niños y adultos este es, sin duda, Roald Dahl. Este septiembre se cumple el centenario de su nacimiento y siendo uno de nuestros autores preferidos, no podemos dejar de recordarle a él y a su obra.
Son varios los libros que ya hemos leído en clase de este magnífico escritor galés, y siempre con mucho éxito. Por ello, nos vamos a acercar de nuevo a una curiosa obra "Cuentos en verso para niños perversos", escrita en los años 80. Una de sus últimas rediciones es la de Alfaguara, con ilustraciones del habitual Quentin Blake.
Dahl, nos presenta seis cuentos clásicos muy conocidos, pero con unas finales distintos y rebosantes de buen humor. A pesar de la dificultad de traducir una obra en verso, creo que el resultado es más que aceptable.
Caperucita Roja y el lobo
Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor
Lobo, así que, para echarse algo a la
muela, se fue corriendo a casa de la
Abuela.
¿Puedo pasar, Señora?, preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando:¡Este me come de un bocado!;. Y, claro, no se había
equivocado: se convirtió la Abuela en
alimento en menos tiempo del que aquí
te cuento. Lo malo es que era flaca y
tan huesuda que al Lobo no le fue de
gran ayuda: . Y, al no
encontrar ninguna en la nevera, gruño
con impaciencia aquella fiera:¡Esperaré sentado hasta que vuelva Caperucita Roja de la Selva –que así llamaban al Bosque la alimaña, creyéndose en Brasil y no es España–. Y porque no se viera su fiereza, se disfrazó de abuela con presteza, se dio laca en las uñas y en el pelo, se puso gran falda gris de vuelo, zapatos, sombrerito, una chaqueta y se sentó en espera de la nieta. Llegó por fin Caperu a mediodía y dijo: ¿Cómo estás, abuela mía? Por cierto, ¡me impresionan tus orejas! ¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!,dijo el animal mirándola con
gesto angelical mientras se le ocurría
que la chica iba a saberle mil veces más
rica que el rancho precedente. De
repente Caperucita dijo:¡Qué imponente abrigo de piel llevas este invierno!. El Lobo, estupefacto, dijo:¡Un cuerno! O no sabes el cuento o tú me mientes: ¡Ahora te toca hablar de mis dientes! ¿Me estás tomando el pelo…? Oye, mocosa, te comeré ahora mismo y a otra cosa. Pero ella se
sentó en un canapé y se sacó un
revólver del corsé, con calma apuntó
bien a la cabeza y – ¡pam! – allí cayó la
buena pieza
Al poco tiempo vi a Caperucita cruzando
por el Bosque… ¡Pobrecita! ¿Sabéis lo
que llevaba la infeliz? Pues nada menos
que un sobrepelliz que a mí me pareció
de piel de un lobo que estuvo una
mañana haciendo el bobo.
Roald Dahl
Acompañamos el cuento con dos ilustraciones de Quentin Blake y otra de Gustavo Doré.

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