Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
"Retrato" (Campos de Castilla) (1907-1917)
Es el mismo don Antonio Machado Ruiz el que nos hace una autobiografía en este hermoso poema. En efecto nació en Sevilla el 26 de julio de 1875, en el Palacio de las Dueñas, que pertenece a los duques de Alba. No porque su familia fuera adinerada, sino porque era costumbre alquilar algunas dependencias de estos lugares a las familias de clase media.
Aunque sólo vivió allí cuatro años, en su poemario hace varias referencias a este lugar, a sus macetas, su fuente, su naranjo y su limonero.
Su familia estaba formada por intelectuales comprometidos con su tiempo.
Cuando Machado con ocho años de edad, se traslada a Madrid con su familia, iniciará una etapa clave en su vida y obra. Allí, debido a la amistad de su abuelo y su padre con Giner de los Ríos y otros maestros de la Institución Libre de Enseñanza, asistirá a la misma. Hay que imaginarse en aquellos años lo que suponía una escuela con esa manera de enseñar. Los maestros trataban a sus alumnos con cariño, no se hacían exámenes, la memorización no era el pilar de la enseñanza, eran frecuentes las excursiones al campo y a las fábricas.
Don Antonio guardaría siempre un gran cariño de su paso por la Institución y dedicará alguno de sus poemas a sus maestros.
En su juventud, viaja a la capital cultural del mundo, París, donde frecuenta ambientes literarios, y conoció entre otros al padre del Modernismo el poeta Rubén Darío. Allí trabajó junto con su hermano Manuel para una editorial. No regresará a España hasta cumplidos los 24 años, con la idea de finalizar sus estudios aún no acabados.
En 1903, con 27 años, Machado publica su primer libro, “Soledades”, alabado por algunos de los grandes escritores de su época, como Juan Ramón Jiménez y Unamuno.
Su segundo libro, “Soledades, Galerías y otros poemas”, aparece cuatro años más tarde, cuando ya el poeta ha obtenido destino en Soria como profesor de francés. Allí se casó con Leonor.
Pero poco le dura la felicidad. Su joven esposa enferma gravemente y muere a los tres años de su boda. Como es de imaginar, esta circunstancia (Machado adoraba a Leonor) influye notablemente en el poeta.
El mismo Machado nos muestra su desesperación en estos versos:
“Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”.
Posiblemente el éxito del libro "Campos de Castilla", publicado poco antes de morir Leonor, le hizo algo más llevadero el dolor de la pérdida.
Abandona Soria huyendo del recuerdo cercano de su esposa y obtiene destino en la cercana localidad de Baeza, donde continúa con su obra poética, inspirada en parte, por los paisajes de esta tierra. Puede que por el influjo de sus excursiones en la Institución Libre de Enseñanza, Machado gusta de pasear y hacer salidas al campo. Paseará hasta la vecina ciudad de Úbeda y a las serranías de Cazorla y Segura.
En su obra quedará testimonio de estas actividades:
¡Oh Guadalquivir!
Te vi en Cazorla nacer;
hoy, en Sanlúcar morir.
Un borbollón de agua clara,
Debajo de un pino verde,
eras tú, ¡qué bien sonabas!
Como yo, cerca del mar,
Río de barro salobre,
¿sueñas con tu manantial?
Proverbios y Cantares (Nuevas canciones)
Serán el Guadalquivir, junto con el Duero, sus dos ríos cantados.
Pero el poeta sigue sintiendo en el alma la pérdida de Leonor y compone algunos poemas en su recuerdo:
“Allá, en las tierras altas,
Por donde traza el Duero
Su curva de ballesta
En torno a Soria, entre plomizos cerros
Y manchas de raídos encinares,
Mi corazón está vagando, en sueños…
¿No ves, Leonor, los álamos del río
Con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
Bordados de olivares polvorientos,
Voy caminando solo,
Triste, cansado, pensativo y viejo”.
Este poema formaría parte de una ampliación de “Campos de Castilla” y en él se comprueba la soledad, la tristeza y el cansancio que la muerte de Leonor ha dejado en Machado.
Abandonará Baeza y se trasladará a Segovia, más cerca de Madrid, que es donde quería residir. En esta etapa se dedica más a la escritura en prosa. Fruto de ello será el comienzo de su libro “Juan de Mairena”, publicado en 1936.
Por fin llegará a Madrid. Ya se ha proclamado la República y en ella nuestro poeta verá la oportunidad de que el pueblo tenga acceso a la cultura.
Pero los acontecimientos se precipitarán y la guerra “incivil”, pondrá una vez más una nota de tristeza y desesperanza en el poeta.
En febrero de 1939, cuando la República está perdida, Machado junto con su madre se exilia a Francia. Él será uno más de los miles de españoles que deberán abandonar su país y no quiso en ningún momento tener trato de favor en este éxodo.
A los pocos días de llegar a la localidad francesa de Colliure, fronteriza con España, Machado muere.
Siempre pensaré que aunque Machado estaba enfermo, no fue ese el motivo de su fallecimiento. El bueno de Don Antonio murió de pena y de tristeza. Su enorme corazón, que había resistido ya tantas desdichas, no pudo con todo el sinsentido y sufrimiento que vio durante esa guerra fratricida. Es significativo ver el deterioro y el envejecimiento tan grande de Machado en sus últimas fotos.
Su madre, que tan importante papel jugó en la vida de su hijo, tal y como había dicho (“Estoy dispuesta a vivir tanto como mi hijo Antonio”), muere tres días después.
Sus ya famosos últimos versos, encontrados por su hermano en el bolsillo de su gabán decían:
'Estos días azules y este sol de la infancia'.
» Pedro Díaz Salido, profesor del Centro y Coordinador del Proyecto 'Lectura y Biblioteca'
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