Nuestro autor en esta ocasión es el poeta cubano Nicolás Guillén, que se relacionó con la mayoría de los grandes poetas de su época:Antonio Machado, Miguel Hernández, PabloNeruda, Rafael Alberti, César Vallejo, León Felipe, Juan Chabás, Octavio Paz, Tristán Tzara, Anna Seghers, Ilya Ehrenburg y Ernest Hemingway...
En este enlace de su Fundación podemos escuchar la grabación sonora de parte de su poemario. Además cuenta con información muy interesante de su vida y obra.
Por el Mar de las Antillas
anda un barco de papel:
Anda y anda el barco barco,
sin timonel.
De La Habana a Portobelo,
de Jamaica a Trinidad,
anda y anda el barco barco
sin capitán.
Una negra va en la popa,
va en la proa un español:
Anda y anda el barco barco,
con ellos dos.
Pasan islas, islas, islas,
muchas islas, siempre más;
anda y anda el barco barco,
sin descansar.
Un cañón de chocolate
contra el barco disparó,
y un cañón de azúcar, zúcar,
le contestó.
¡Ay, mi barco marinero,
con su casco de papel!
¡Ay, mi barco negro y blanco
sin timonel!
Allá va la negra negra,
junto junto al español;
anda y anda el barco barco
con ellos dos. Nicolás Guillén
Parece que ultimamente las películas de cine mudo y en blanco y negro, están acaparando premios y alcanzando un notorio éxito de público, hecho que puede resultar paradójico hoy día. La Editorial Edelvives ha realizado está película titulada El silencio de los libros, para presentar y promocionar sus libros premiados en Ala Delta, Alandar y Álbum ilustrado 2012. Que fueron para las obras "Un intruso en mi cuaderno", "Antares" y "El hombre que quiso conocer a la Luna".
Una forma diferente y original que esperamos ayude a difundir la literatura infantil y juvenil.
En estos vídeos podéis encontrar una versión resumida de la entrega de los Premios y la película integra.
La noche de Reyes literariamente es conocida por traernos el Premio Nadal, que otorga la Editorial Destino. En esta 69 edición, le ha correspondido al escritor y periodista Sergio Vila-Sanjuán por su historia sobre un programa de radio de los años 60 Estaba en el aire, y que el ganador ha recibido en una
tradicional cena en el Hotel Palace de Barcelona este domingo.
Esta edición del Premio Nadal ha recibido 229 obras de todo el mundo.
El jurado del Premio Nadal de Novela 2013 ha estado
formado por Germán Gullón, Lorenzo Silva, Andrés Trapiello, Ángela
Vallvey y Emili Rosales, y la novela ganadora de 2012 fue 'El temblor del héroe', de Álvaro Pombo.
Andersen, desarrolla esta narración en Nochevieja, la última noche del
año.Mientras se celebra el final del año y el nacimiento de uno nuevo,
del que todos esperarán mejor fortuna, la pobre cerillera ajena a todo,
se afana por vender sus cerillas y mitigar el tremendo frío invernal.
¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se
venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre
niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.
Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho
tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la
niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes
que iban en direcciones opuestas.
La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del
frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y
tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había
presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha
hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en
sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no
pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los
asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad
pensaba la infeliz niña.
Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se
apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa;
volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y,
además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento
soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y
trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le
causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a
frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y
cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó
con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran
chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente.
¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!
Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también;
más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de
cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó
sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una
habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas
porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume
delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba
de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y
rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí
más que la pared impenetrable y fría.
Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico
nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el
escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores
y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las
dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y
comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una
línea de fuego en el cielo.
-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la
única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas
veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".
Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de
la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.
-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé
muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave
asada y como el hermoso nacimiento!
Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de
que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la
abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y
las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía
frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.
Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas
rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol
iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una
había ardido por completo.
-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.
Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor
había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.